Cuerpos bajo la luz del escáner
Diario El Comercio, miércoles 8 de agosto de 2012
Por Enrique Planas
¿Un fotógrafo sin cámara puede seguir considerándose como tal? Coco Mártin lo demuestra
Siempre hemos tenido esa tentación: apoyarnos contra el vidrio de una fotocopiadora, dejar que el lector de luz nos irradie y luego ver nuestro aplastado retrato sobre un papel brillante. Al apreciar la muestra de Coco Mártin “Opus Incarnate” recuerdo aquella fantasía y aprecio cómo el artista lleva hasta el límite las posibilidades de un escáner en su búsqueda por obtener imágenes alternativas a las de la cámara fotográfica.
“Hace dos años empecé a especular conceptualmente si yo, un fotógrafo en términos clásicos, requería de una cámara para seguir llamándome fotógrafo”, señala Mártin. El artista autodidacta, radicado en Nueva York, comenzó investigando con técnicas alternativas, como las primitivas cámaras pinhole. Luego empezó a jugar colocando objetos sobre el escáner. Luego, rostros. Finalmente, cuerpos completos que alcanzaban, con esa técnica, la perturbación que nos producen los cadáveres.
En La Galería de San Isidro, Mártin muestra la evolución de su sorprendente técnica. Los cuerpos ahora posan mucho más libremente, en composiciones que nos recuerdan los retratos de Rembrandt, aunque algunos son homenajes directos a cuadros de Leonardo Da Vinci. Curiosamente, el artista no sabía exactamente como llamar su trabajo. Manuel Munive, el curador de su muestra, descubrió que la palabra ya existía: escanografía.
El trabajo con sus modelos es sumamente distinto al de un fotógrafo convencional. Aquí nadie mira la cámara. Tampoco sonríen. El método de Coco Mártin resulta mucho más invasivo, su aproximación a los cuerpos retratados es más personal: los escanea por partes, en diferentes ángulos, manteniendo al modelo quiero delante del escáner colocado a muy corta distancia. Con la práctica, dependiendo de la distancia del sujeto, el artista ha logrado obtener sorprendentes efectos de claroscuro. El escáner suele ofrecer detalles milimétricos lo que logra un efecto hiperrealista, pero su profundidad de campo es mínima.
Para lograr una imagen completa, Mártin obtiene entre 12 y 15 fracciones que luego irá calzando digitalmente. “Es una técnica invasiva en la medida que requiere de mucha confianza con el modelo”, explica. A diferencia de una cámara, Mártin no cuenta con un visor que le permita ver al momento qué imagen ha capturado.Un procedimiento de rayos X podría considerarse lo más parecido a su proceso creativo. Luego de sesiones con el modelo, que pueden durar cerca de dos horas, el artista revisará el material en la computadora y comenzará a hacer los ajustes.
Una oportunidad que ofrece Nueva York es contar con modelos de una enorme diversidad étnica. Prueba de ello es la riquísima galería de personajes presentada en “Ibídem”, título de su versión personal de “La Última Cena”. “Es la pieza más costosa de mi trabajo”, dice Mártin, para quien Da Vinci no solo es un referente inmediato para creación artística sino también para la curiosidad en nuevas tecnologías.
Mártin comenzó preguntándose si un fotógrafo sin cámara podría existir. Después de dos años de trabajo, la respuesta afirmativa ha caído por su propio peso. Para él, en tiempos en que la tecnología nos permite capturar millones de imágenes y la revolución digital está al alcance de todos, la imagen ha terminado banalizándose. “Nuesrta valoración de la imagen se ha perdido”, señala. Por ello, en su intención de dar la contra, el artista busca eliminar ese ‘clic’ que resume todo el esfuerzo de armar un set y producir una imagen. “En mi trabajo se da justamente al revés. La imagen nace de su fragmentación”, añade.